En nuestra escuela, el juego simbólico es uno de los instrumentos que más usan los niños para
su aprendizaje.
Se da entre los 2 y 6 años según la madurez de cada uno.
Consiste en que el niño es capaz de combinar hechos reales e imaginarios, recreando
situaciones ficticias como si estuvieran pasando realmente, ellos se convierten en personajes y
los objetos cobran vida a su imaginación.
Cuando ya ha aparecido el juego simbólico, se da el juego de minimundos, muy atractivos, ya
que recrean momentos de su vida cotidiana o escenarios reales a pequeña escala, pueden
crearse en cualquier parte; con palos, piedras, maderas, telas…
“El juego simbólico instaura una malla neuronal destinada a captar todo aquello que va siendo
más importante para la madurez física, emocional y social. Proporciona una sensación física,
un equilibrio psíquico, una sensibilidad y una capacidad para solventar problemas concretos,
además de intuición. Y las bases para las facultades de abstracción y un pensamiento lógico.”
(Rebeca Willd)
Los niños jugando imitan a los adultos. Se ponen en el lugar del otro, se expresan e
intercambian emociones positivas y negativas. Aprenden a tomar decisiones personales y en
grupo.
Observando a los niños como juegan, conocemos sus miedos, conflictos, preocupaciones,
necesidades y deseos.
El juego es un gran recurso para disfrutar y solo necesitan ganas de pasarlo bien nada
comparable con los juguetes de alta tecnología, ni videojuegos.
Fuentes:
“Aprender a vivir con niños. Ser para educar”. Rebeca Wild